¡Que Dios los bendiga! Al entrar en la temporada de otoño, reflexionemos sobre los cambios que trae la vida. En nuestra vida diaria, somos testigos de cómo el mundo natural cambia y se transforma constantemente. Las estaciones cambian, los árboles pierden sus hojas solo para volver a florecer y los ciclos de vida se renuevan. La naturaleza refleja la sabiduría divina de Dios. Su creación está en un estado continuo de renovación y crecimiento— y nosotros también. Así como la tierra da su fruto a su debido tiempo, nosotros también estamos llamados a dar fruto del amor, la compasión y la fe a través de los cambios en nuestras vidas.
Algunos de estos cambios los experimentamos en nuestra parroquia y vida hogareña. Quizás su situación laboral cambió recientemente, o sus hijos comenzaron una nueva escuela o se mudaron recientemente de casa. St. William también ha experimentado transiciones: ha habido cambio de vicarios parroquiales dos veces en un mes, hemos tenido transiciones de personal y Monseñor Louis se ha trasladado definitivamente a la Residencia Sacerdotal Juan Pablo II. Mons. Louis ha sido un mentor, una figura paterna para mí desde que lo conocí en el 2004 en St. Helen. Lo extrañaremos en la rectoría, pero se encuentra bien y vendrá a celebrar misas y confesiones cuando pueda.
¿Cómo respondemos al cambio en nuestras vidas?
El cambio es una parte constante de nuestra experiencia humana y, si bien a menudo puede parecer incierto o incluso inquietante, también nos presenta una profunda oportunidad de acercarnos más a Dios. El Señor no nos abandona. Cuando aceptamos el cambio como un regalo de Dios, nos permitimos ser transformados por Su gracia. Ya sea que enfrentemos un nuevo desafío, una pérdida o un nuevo comienzo, estamos invitados a confiar en Su providencia. Dios está presente en cada momento de nuestras vidas, especialmente en tiempos de transición. Estos momentos pueden profundizar nuestra relación con Él si abrimos nuestros corazones. La belleza de cada transición es que puede obligarnos a ser vulnerables, lo que puede llevarnos a depender de Dios. Y cuando somos vulnerables, existe una oportunidad para que el Señor haga una gran obra en nuestros corazones y nos guíe por un camino hacia la libertad y la alegría.
Nuestra misión en St. William es mantener un ambiente que facilite el encuentro con el Señor Resucitado que está vivo entre nosotros.
¿Buscamos continuamente crecer en nuestra relación con Dios, en nuestra relación con la Comunión de Amor, la Santísima Trinidad? Cuando encontramos al Señor, se produce una metanoia (un cambio transformador) en nuestro corazón. Hace dos semanas dirigí a más de 60 jóvenes y miembros del equipo del ministerio juvenil en un retiro y muchos de ellos dieron testimonio del encuentro del amor del Padre que habían experimentado maravillosamente por primera vez. En mi propia vida, encontré a Jesús durante un retiro en 2003 y mi vida nunca ha sido la misma, y ahora tengo la alegría de ser su parroco. Un encuentro con Cristo puede ser de muchas formas, a menudo inesperadas y profundamente personales. Quizás hubo un momento de gracia y paz en nuestras vidas que nos recordó de Su presencia constante, ofreciéndonos esperanza y fuerza para continuar en nuestro camino hacia la sanación. Estos son ejemplos de las experiencias que queremos que sucedan regularmente en nuestra parroquia; es decir, que lo sobrenatural se volvería natural.
¿Puede pensar en alguna ocasión en la que haya experimentado un encuentro con el amor de nuestro Padre?
Trabajar en un cambio en nuestras vidas es una oportunidad de alinearnos más estrechamente con la voluntad de Dios. Hacerlo nos ofrece la oportunidad de crecer en amor, paciencia y comprensión, y convertirnos más plenamente en las personas para las que Dios nos creó. En cada transición, estamos llamados a profundizar nuestro amor por Dios y por los demás, permitiendo que Su amor nos guíe y transforme. La forma en que crecemos en nuestra relación con Dios depende de nuestros hábitos, prioridades, las amistades que mantenemos y nuestro compromiso con una vida de oración, viviendo los sacramentos y participando en la vida parroquial. Al reflexionar y ser intencional sobre estos aspectos de nuestras vidas, hay un morir diario a uno mismo que es necesario para acercarnos a Jesús. La querida oración “Enamórate”, comúnmente atribuida al Padre Pedro Arrupe, SJ, pero se cree que es una cita del Padre Joseph P. Whelan, SJ, afirma: “Aquello de lo que te enamoras atrapa tu imaginación, y acaba por ir dejando su huella en todo… Enamórate, permanece en el amor y todo será de otra manera.” Un encuentro con Cristo es un encuentro con el amor del Señor tanto en momentos de dolor como de alegría. Él quiere caminar contigo en cada paso del camino. ¿Lo dejarás? ¿Le dirás que sí?
Que sigamos creciendo en nuestro amor por Él, reconociendo Su presencia en cada etapa de nuestras vidas.